domingo, 21 de abril de 2013

Andén

 
 
El reloj de la estación arrastra su pesado pie por el minutero en un lento, lentísimo tic-tac eterno. Cientos de miradas impacientes se aferran a la menecilla, relentizando aún más su avance por la esfera. Centro mi atención en los viajeros que van y vienen, en las hiladas de andenes, en los niños sentados en el suelo que miran con curiosidad todo el trasiego mientras comen "gusanitos" con churretes en la cara, observo las huellas a contraluz dejadas por las ruedecillas de las maletas a lo largo de la estación y que recorro con la vista hasta topar de nuevo con el reloj, que permanece mudo vigilándolo todo. Apenas se ha movido un minuto. Tic-tac...
 
Besos volanderos que se pierden en el humo de un tubo de escape, una última calada a un cigarro, un gesto de reproche en la cara de un vigilante de seguridad, cascos y música, un cambio de postura para acomodar la impaciencia, pie derecho pisando una colilla, salida de emergencia, altavoces y anuncios de llegada y salida, una pantalla de información que no funciona, mismo vigilante que pide los papeles a un inmigrante, cartel de prohibido fumar, otro pie pisando una colilla, mismo vigilante que lo ignora mientras ojea la documentación del joven inmigrante... tic-tac...
 
La esfera del reloj, a mi espalda, me atraviesa la nuca y miro hacia ella. Sólo han pasado cinco minutos. Alguien sentado en un banco abre un libro...
 
Blanco y negro de palabras impresas en papel,
Blanco y negro del reloj de la estación
...
 
Enciendo un cigarrillo. El vigilante se acerca amenazante hacia mí... "Está prohibido fumar aquí. ¿No has visto el cartel? Ah, también está prohibido hacer fotos.".
 





 
 

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